viernes, 18 de octubre de 2013

ARDOR GUERRERO





Casi todas las mañanas bajo a la cafetería y me tomo un café y un croissant (cruasán en román paladino), una información, la del condumio, que resulta absolutamente irrelevante. Para el desarrollo de esta historia da lo mismo que me tome un café o una chuleta de cerdo. Pero me tomo un café y un croissant y dejo que las migas caigan al suelo para que se las coma un gorrión canijo que ya es un habitual del lugar y al que he bautizado como el “Descarao”. Pues sí, esta información es tan irrelevante como la anterior.
Hoy es domingo y es también 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla y Día Nacional de Francia, dato histórico que a la mayoría importará un carajo. A los franceses sí les importa, claro. Y a Flavio también aunque por diferente motivo.
Flavio es amigo. Es bastante amigo. Si no fuese porque me da un poco de repelús eso del “mejor amigo”, diría que lo es. A los dos nos tira la afición a la lectura y a esto de escribir aunque él escribe bastante menos. ¿Cómo va a escribir si no le queda tiempo al cabrón?
Esta mañana, aún no eran las diez, estaba yo tomando mi café cuando ha aparecido. Iba tarareando por lo bajo “Ardor guerrero”. No venía de su casa y traía una cara… Así, a las bravas, le he soltado:
-¿De dónde vienes, cacho cabrón? Traes cara de no haber dormido.
No había dormido, en efecto. Y la cara, además de cansancio, era de una satisfacción que daba caguera.
-Ya puedo imaginarme de dónde vienes –y me he arrimado otro sorbo de café.
Vamos a aclarar una cosa. Flavio tiene una… digamos relación un poco rara con alguien. La dama es cuestión está casada y no es cosa de andar dando nombres. Es algo esporádico que, por lo que sé, se basa casi exclusivamente en escozores de entrepierna. En alguna ocasión le he dicho que tenga cuidado, pero él, invariablemente, me ha mandado a la mierda, cosa bastante normal dado su carácter un tanto rupestre. Muy simpático no es, no.
La verdad, no voy a negarlo, es que le tengo bastante envidia. La doña tiene un puntazo morboso de aquí te espero. No está tan reventona como mi amiga María, pero… Que sí, que ya lo he dicho. Envidia pura y dura.
Dado mi conocimiento del asunto, he intuido que Flavio venía de pasar la noche en blanco con la señora de la casa. Pero, para mi sorpresa, no había sido así, dato que ha hecho que su cara de satisfacción me resultase aún más ofensiva.
Es que para el común de los mortales de mi cuerda, hablo de los varones, ya es de tocar los huevos que alguien tenga un lío como el de Flavio. Pero que, además de eso, ligue ya es para darle una mano de hostias.
A ver, que sí, que somos amigos y me alegro por él y todo eso. Pero como yo ligo poco, más bien nada, pues me toca los estos de aquí abajo.
Yo creía que no ligo porque me salen pelos en las orejas. Llegué a pasarme una tarde, pinzas en mano, arrancándome las pilosidades que emergían de mis pabellones auditivos. Sin embargo, a pesar del esfuerzo, seguía sin ligar. Y para más inri, me di cuenta de que a Flavio también le salen, lo que me llevó a pensar que no era ese el quid de la cuestión. Por lo visto, los afloramientos pilosos en las orejas no suponen impedimento alguno. Al menos, para Flavio. Y prueba de ello era la noche que venía de pasar.
(Continuará, por supuesto)

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