sábado, 30 de enero de 2010

La esquina


Hace frío este invierno. Es duro de frío y de escasez. Todo es escaso. Hasta las ganas.
Hace frío este invierno y también esta mañana clara. Y hay toses y humo antes del primer café.
Llego a la esquina de todas las mañanas, ya no recuerdo desde cuando, y me acurruco en el rincón. Humo, café, folios y frío. Por la plaza pasan apresurados unos pocos.
Otras mañanas hace calor y otras, las menos, llueve.
Antes había en la esquina un italiano más loco que un tuno con pandereta, pero hace años que no. Daba tapas de parmesano y creaba combinados imposibles. Luego se marchó y la esquina se hizo más grande.

jueves, 28 de enero de 2010

Boudica I


Ahí están. Se acercan. Algunos quieren adelantarse, pero los centuriones, espada en mano, les ordenan mantener la formación. Avanzan al paso, sin correr. ¿Para qué? Ya está todo hecho. Sólo queda rematar, en sentido literal, a los que no han logrado escapar, a los heridos que se arrastran sobre el campo enfangado de sangre.
Todo lo que aquella mujer había logrado con sus proclamas de libertad, todo su sueño enloquecido de convertirse en reina de una Britania sin romanos se ha truncado en unas pocas horas.
Boudica reina de Britania. Sería para reír si no fuese para llorar.
Los britanos pasan por mi lado sin mirarme esta vez. Corren, tratan de escapar con el gesto desencajado, alzan las manos al cielo, tropiezan con los cadáveres de los que hace sólo un momento eran sus compañeros de armas, caen y tratan de alzarse, se golpean unos a otros e incluso se apuñalan entre ellos para hacerse un hueco en los escasos carros que aún quedan esparcidos aquí y allá. Miran hacia atrás espantados por el rítmico paso de las cohortes. Los legionarios no corren. Mantienen el mismo paso que cuando se inició el avance. Un niño corriendo a su lado podría adelantarlos sin dificultad. Pero ese paso cadencioso, regular y firme es mucho más amenazador, mucho más siniestro, que una carga a la carrera.
Pasarán sobre cualquier cosa y, tras ellos, no quedará nada con vida.

domingo, 24 de enero de 2010

Todos los días


CATARSIS

Confieso que a veces no estoy loco. Confieso que a veces me dan ataques de cordura; que, aunque sea por un breve lapso de tiempo, piso el suelo, encuentro el rumbo y llego a encontrarme hasta… Si, hasta normal.
Normal con las apetencias y las añoranzas de cualquier otro sujeto normal, sin más sueños que alcanzar los normalmente posible, sin más deseos que los que marca el sentido común. Lo normal.
Pero los ataques de cordura duran poco, pasan rápido. Y, tras una breve sensación de pequeña muerte, vuelvo a soñar, a desear hasta la euforia y a querer hasta el sinsentido.


domingo, 17 de enero de 2010

Caribdis

Hoy el mar estaba gris, furioso a causa del viento; un viento que soplaba con voces de amenaza, que inclinaba las palmeras escasas del paseo y que arrastraba hojas, tierra, desperdicios.Las puertas del Purgatorio estaban abiertas de par en par y las voces de las almas escapaban a lomos del ventarrón y se mezclaban con el batir salvaje de las olas grises contra el muro del paseo y las rocas de los espigones. Olas que vomitaban la espuma de su rabia haciéndola estrellarse contra los montones de piedra, rompiéndola en gotas blancas que luego, deslizándose rápidas por la superficie rugosa de la roca, retornaban a la furia inicial.
A veces el Sol aparecía entre las nubes grises, tan grises como el agua, y teñía el mar de un tono rojizo. Sólo un instante. Luego el cielo se cerraba de nuevo y el mar se tornaba otra vez gris y terrible.No sé por qué, pero me sentí poseído por una agitación extraña. Corrí hasta el extremo de uno de los espigones rocosos ignorando las salpicaduras continuas que envolvían la estrecha lengua de tierra y piedra. Y allí, en el extremo, me quedé absorto, llorando una mezcla dolorosa de sal y arena.

jueves, 14 de enero de 2010

La última de Segarra


LA ÚLTIMA DE SEGARRA

García del Pozo Sánchez

La última de Segarra no la sé, la penúltima no la digo -no vaya a contar él la mía-, la anterior es su libro reciente sobre un Elche espadachín y pendenciero. Segarra, Manolo de ahora en adelante, ama la vida y ama el amor, truhán y señor, ya saben. Y ama la actualidad -informativos COPE Elche-, y las letras y el teatro. Y ama el amor y la vida, pero eso ya lo dije, así que no casco más.
Manolo es más rojo que facha o viceversa, y aunque algo de moro tendrá y de judío -que fueron muchos siglos-, yo lo veo de viva España y viva el Rey. Llegado el caso quizá también de viva La República, pero siempre de viva España.
Manolo solo en casa, sólo sale de ella si el Canal Historia repite programación, si se queda sin tabaco, si es necesario o si le apetece. Fuera de estas cuatro causas, lo más probable es que se le encuentre dentro de ella, de casa quiero decir, y no casco más.

domingo, 10 de enero de 2010

La duna


Otro lugar, otro espacio u otro tiempo. O acaso era lo mismo de siempre y quien había cambiado era ella. Pero no podía ser. Lo que debía estar no estaba y lo que estaba escapaba a su concepción de la realidad.
Aparentemente, no había ninguna razón para la existencia de una enorme duna, aunque fuese de arena dorada y finísima, en el lugar en el que tendría que haber un edificio.
Las calles del entorno eran las mismas de siempre; la plaza, la misma. Pero no estaba demasiado claro por qué todo, con la salvedad de la duna dorada, apareciese en blanco y negro, con los tonos de una fotografía vieja.
Se detuvo delante de la duna tratando de encontrar una explicación racional. Recorrió con la mirada todo el entorno. Nadie. Escuchó y pudo percibir… nada.
Tuvo un momento de alarma, pero al cabo, racional como siempre, sonrió.

Entre el águila y el colibrí


A María Dolores

Con un movimiento suave de sus alas, se puso cara al viento y permaneció allí, inmóvil en lo alto, como si alguien hubiese pintado sobre el gris nublado de la mañana su silueta negra. Durante unos minutos se dejó admirar, tal vez consciente de ser el símbolo de la majestad. Luego aleteó de nuevo con suavidad elegante, dio dos vueltas y volvió a quedar cara al viento, inmóvil de nuevo.

Aquí abajo, a medio camino del risco coronado por las ruinas antañonas del castillo morellano, no podía verlo, pero estaba seguro de que el águila nos observaba desde su elevada quietud al filo del viento. Negra, imponente, majestuosa, indiferente, pero advirtiendo que aún está aquí.


sábado, 9 de enero de 2010

Eea


Risas. Risas de noche. Risas apagadas al fondo de la calle. Risas de mujer joven al fondo de la única calle de Eea.
Ya no estoy en Eea. He vuelto al mar y al continente, a la búsqueda permanente de Ítaca, al reencuentro imposible con la imposible Penélope.
Por un momento pensé en quedarme en Eea y olvidarme de Penélope.
En Eea estaba Circe.
Eea y Circe. No es posible concebir una sin la otra. Eea, la isla donde un año es un día. Circe, la maga que convierte a los hombres en cerdos. Circe reina de Eea y un día que es un año.

Hoplomacos

Mediada la mañana, los directivos de CALOR & Co salen a almorzar sus consumiciones racionadas de Glucosan para continuar funcionando a pleno rendimiento. Se meten por todas partes, por parejas o por tríos, nunca un número mayor, y recitan educadamente su número a las empleadas de la expendeduría nº 8 que se mueven ágiles entre ellos con sus cartulinas electrónicas y sus bandejas atornilladas.
Todos los empleados toman Glucosán. Todos son diabéticos. Algunos aún no, pero lo serán más o menos pronto.

Día del libro

… Y nos ponemos a celebrar el Día del Libro con algo tan nuevo como la cerveza, las aceitunas y las patatas fritas. Algún café corto sobrevuela las cabezas antes de aterrizar sobre la mesa.
Hablamos y no sabemos de qué, pero tampoco importa. ¿Qué es lo nuevo de este sábado que ni siquiera es la fecha que celebramos?

Alguien se acerca y nos pregunta si regalamos algo.

¿Escritores?

En alguna ocasión, siempre en entrevistas con motivo de la presentación de algún libro, me han preguntado por otros escritores locales. La pregunta no deja de tener, ciertamente, un punto de veneno porque aquí, aunque sea por referencias, nos conocemos casi todos y querernos bien no es precisamente lo que nos caracteriza. Excepciones hay, por supuesto. Así que, casi invariablemente, suelo contestar que prefiero no hablar de otros autores cercanos. Cada cual es cada cual.