sábado, 30 de enero de 2010

La esquina


Hace frío este invierno. Es duro de frío y de escasez. Todo es escaso. Hasta las ganas.
Hace frío este invierno y también esta mañana clara. Y hay toses y humo antes del primer café.
Llego a la esquina de todas las mañanas, ya no recuerdo desde cuando, y me acurruco en el rincón. Humo, café, folios y frío. Por la plaza pasan apresurados unos pocos.
Otras mañanas hace calor y otras, las menos, llueve.
Antes había en la esquina un italiano más loco que un tuno con pandereta, pero hace años que no. Daba tapas de parmesano y creaba combinados imposibles. Luego se marchó y la esquina se hizo más grande.

La esquina, se llamase como se llamase, fue casi desde el primer momento una especie de Parnaso de sainete con docenas de papeles manuscritos, de tertulias que empezaban, de cafés cortos muy cortos y de ceniceros rebosantes. Lugar también de buenas caras y malas caras, de matronas insufribles con tono penetrante hasta el chirrido, de ideas extravagantes, de negocios y de encuentros.
Por allí anduvieron un tiempo el paladín y su doncella hasta que un día decidieron que ya no más. Y en eso andan todavía, o casi, Camino de Santiago.
Ahora hay directores de cine, soldados, ingenieros, policías y un camarero de camisa blanca y chaleco negro.
A veces me recuerda aquel otro Parnaso, también esquina, en aquella otra plaza, chaqueta blanca y pajarita negra. Allí, sin tanto humo y sin tanto café, empezaron las hojas manuscritas.
Y siguieron en esta otra esquina más nueva, sin pajarita, pero con corbata negra a veces.
Durante mucho tiempo éramos siempre los mismos, pocos, y había silencio. Ahora ya no. Lástima. Así las mañanas diarias duran menos.
Es sábado. Mi amigo el pescador asoma y café corto. Hablamos, leemos, escribimos en ocasiones. Se marcha, como cada sábado, pero a lo mejor vuelve dentro de un rato.
Viene después mi amigo humano. Es más serio, más constante y echa de menos, aunque no lo dice, otros tiempos.
Hace años hubo allí una tertulia. Hoy está en otra esquina, pero nosotros no estamos. Nos quedamos anclados en esta especie de sábados idénticos y no hacemos nada por cambiar. Ni falta que hace. Esta esquina es la mía, la nuestra y está donde debe estar.
Abuso del tiempo y lo estiro hasta ocupar los márgenes en conocimientos inútiles. Folios manuscritos que en su mayor parte no conducen a ningún lado. Da lo mismo. Al fin y a la postre es vivir en la esquina la tranquilidad de la mañana de frío, de calor o de lluvia a veces.

Para Leo (donde se encuentre), Valentín y Eva, Erika, Javier, Eder, Sara, Estrella, Esteban y Gregorio.

Manuel V. Segarra. Enero 2010

1 comentario:

  1. Gracias por esas conversaciones y esos momentos de Tertulia. Aunque las vistas son buenas, el lugar mejoraría con un volumen de música menor, pero eso a la gente no le importa. Si hay gente dispuesta a hacer cola a la interperie, llueva o haga frío para entrar a un lugar donde ni siquiera se puede hablar (o eso dicen), ¿por qué no van a ir a un lugar cómodo donde se puede hablar? y sin hacer colas.

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