martes, 20 de abril de 2010

El anillo en la mano equivocada


El primer anillo

El primer anillo fue a parar a una mano gordezuela que tiraba a rubia de bote.

Fue una tarde de estupidez suprema, uno de esos errores que se perciben al instante, inmediatamente después de haberse cometido, pero para los que ya no hay vuelta atrás.

Me dolió perderlo. Aquel trocito de plata labrada tenía un significado especial. No era nada valioso, pero representaba el remate de una especie de búsqueda constante. Era el anillo de Penélope.

domingo, 18 de abril de 2010

¡Oh! ¡Ah! Cuanto misterio ¡Oh!

“Busca y encontrarás”.

Ahí estaba la clave. Si quería encontrar tenía que buscar.

Eran las mágicas palabras que acudían a su desenfrenada mente y que rebotaban contra el transparente cristal del amplio ventanal por el que entraba la reverberante luz de aquella soleada mañana y que inundaba el espacioso salón mientras se encontraba indolentemente tumbado en el cómodo, amplio y espacioso sofá del amplio salón con amplio ventanal.

Por fin lo tenía claro. Encontraría el secreto mejor guardado de la Iglesia y luego escribiría una novela.

LA NOVELA.

Por la escalera… Perdón. Por la angosta escalera de gastados peldaños subió el enigmático personaje portando colgando de su izquierdo hombro una especie de marrón bandolera de la que sacó un portátil ordenador.

Él sintió un profundo estremecimiento a la vez que un intenso estremecimiento y se giró estremecido.

El enigmático personaje había ya desaparecido. En su lugar estaba el portátil ordenador en cuya brillante pantalla escrito aparecía.


“Busca y encontrarás

y también lo hallarás.

Y si no lo encuentras

más lo buscarás.

Y cuando lo encuentres

a nadie se lo dirás.

Ni siquiera a la chica

se lo dirás ni hablarás

de lo que encontrarás.

Te callarás

o te daré de ostias”.


El más blanco.


Se repuso del intenso estremecimiento y también del profundo estremecimiento mientras se peinaba el negro cabello que tenía sobre la humana cabeza.

“El más blanco”, pensó “¡ARIEL!” Claro que también podía ser… ¡DIXAN! Todos los elegidos iniciados guardianes del código para la clave en el enigma del secreto mejor guardado de la Iglesia sabían de la eterna lucha de ambos. Pero ahora le tocaba a él, descendiente por parte de su tío carnal de los cátaros templarios de la Rosacruz merovingia de María Magdalenas Lozano, averiguar


EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE LA IGLESIA


Sobre la amplia mesa de oscura madera había una enigmática nota. Una postal que sus padres, que ya no estaban allí, le habían hecho llegar por extraños e inexplicables conductos secretos.

La miró con creciente interés y vio una de color imagen de una amplia playa de fina arena flanqueda por altos y enigmáticos edificios. La leyó. Sin duda, ahí estaba la clave.

Querido hijo.

No te preocupes por nosotros. Todo se ha cumplido como estaba previsto.

Tu padre y yo estamos bien.

Procura alimentarte de algo más que pizza.

Un beso.


Mamá.


La enigmática nota con el perturbador sello de Correos estaba fechada dos días atrás en Santa Pola. ¿Qué quería decir todo aquello? ¿A qué se refería su madre con eso de que estaban bien?

Sin duda, era un nuevo enigma.

(Continuará, desgraciadamente. Aunque a buen entendedor...)


Manuel V. Segarra Abril 2010

sábado, 17 de abril de 2010

Tópicos


Casi todos los días, pasadas por poco las nueve y media, iba a desayunar.

Era una especie de pequeña escapada inocente antes de volver a meterse en casa.

Y no es que en casa estuviese mal. Al contrario, tenía todas las comodidades que cualquiera pudiese desear. Lo cierto es que su situación, sin ser para ir derrochando, era lo suficientemente holgada como para no preocuparse.

A decir verdad, su vida estaba cargada de tópicos hasta en los más pequeños detalles. Hasta en el aspecto físico. Aunque quizá precisamente por eso, por ser tan tópica, no lo era tanto.

Era rubia natural, aunque el pelo se le había oscurecido un poco, y tenía los ojos claros. Sin ser espectacular, su figura llamaba la atención a pesar de sus dos hijos y de no haber pisado un gimnasio en su vida. Tenía una buena cantidad de amigos y conocidos, viajaba de vez en cuando…

Pero había cumplido los cuarenta.

Todo, absolutamente todo, era normal, absolutamente normal. Salvo por aquella leve, apenas perceptible sensación de incomodidad que le daba cada mañana. Pero se le pasaba inmediatamente después de salir a la calle.

jueves, 15 de abril de 2010

Segovia

No hace calor aunque el Sol llena las calles.
Por allá asoman nubes, pero, como mucho, sólo dejarán caer agua. Pero no hace calor esta mañana tan solitaria como castellana y leonesa

A través del cristal se ven cercanas las torres redondas coronadas y el perfil inconfundible de la fortaleza segoviana, aquella que no logró tomar Juan Bravo, tanto como su apellido.

Segovia de comuneros aunque el Alcázar era del rey.

Descanso esta mañana de sol intenso y de frío. Descanso antes de recorrer salas de banderas, de cofres con trozos de más allá de la Mar Océana, y miro el contorno de la tierra real y comunera a la vez.


“Matadme el primero porque no quiero ver morir al mejor de los hombres”.

Desafío extremo al socaire de la última derrota.

He venido a descansar de nada, a beberme a espuertas la historia de estos muros generosos que se dibujan enfrente y de aquellas piedras viejísimas que fueron agua y, lo que es lo mismo, vida en estado puro.

Segovia me ha cogido por sorpresa y pienso en ella mientras ceno, mientras cambio de canal y mientras trato de leer algo sin llegar a concentrarme en nada.

Subí a ver canal antiguo, elevado a base de sudor, y el perfil lejano de la mujer dormida, muerta dicen algunos. Y me vinieron a la mente otros perfiles rocosos y las palabras de alguien a quien no quiero recordar.

Y aquí estoy. Café bien caliente a pesar de Abril. Hace frío.

Segovia me cogió por sorpresa después de un plato combinado y me fui despacio a ver los arcos sin argamasa. El Acueducto es Segovia, pero también es Roma. O quizá sea al revés. Es ingeniería convertida en arte. Se agotan las exclamaciones de asombro, pero es Segovia porque está aquí. Sobre todo es Roma.

El Alcázar no.

Hoy no me importa si hay algo debajo. El Alcázar es pura Segovia y Segovia es pura España de historia hecha de contradicciones; de villa comunera y de fortaleza del rey. Aquí mismo, al volver, coronaron a Isabel reina de Castilla. Y también aquí mismo, al volver, Juan Bravo dijo que estaba hasta los cojones del de Utrech.

Es hora de subir a respirar el pasado de muros gruesos y tejados negros, de arcos apuntados y rosetones que se levanta ahí delante.

Mañana regresaré al presente. Hoy, no.

Es hora de subir y aún hace frío.

Manuel V. Segarra Abril 2010

lunes, 12 de abril de 2010

Amanece


Amanece de cielo gris acero y hay gemidos de ansia prolongada.

Sin control, sale la voz amarga desde lo más profundo, acabado el placer salobre de la noche en vela.

Venía el galope sobre el torrente obsceno que emerge desde la Puerta de Cielo o desde la Boca del Infierno y amagaba el último suspiro. Siempre es lo mismo. Siempre.

Amanece con el silencio fatigado de los años gastados, con las uñas engarzadas en piel, con las lágrimas espesas ya resecas en el último pliegue.

Vida eterna de un instante, carne derretida y vuelta a empezar.

Como siempre, nadie vence. O tal vez si.

Amanece.

Manuel V. Segarra Diciembre 2009