jueves, 15 de abril de 2010

Segovia

No hace calor aunque el Sol llena las calles.
Por allá asoman nubes, pero, como mucho, sólo dejarán caer agua. Pero no hace calor esta mañana tan solitaria como castellana y leonesa

A través del cristal se ven cercanas las torres redondas coronadas y el perfil inconfundible de la fortaleza segoviana, aquella que no logró tomar Juan Bravo, tanto como su apellido.

Segovia de comuneros aunque el Alcázar era del rey.

Descanso esta mañana de sol intenso y de frío. Descanso antes de recorrer salas de banderas, de cofres con trozos de más allá de la Mar Océana, y miro el contorno de la tierra real y comunera a la vez.


“Matadme el primero porque no quiero ver morir al mejor de los hombres”.

Desafío extremo al socaire de la última derrota.

He venido a descansar de nada, a beberme a espuertas la historia de estos muros generosos que se dibujan enfrente y de aquellas piedras viejísimas que fueron agua y, lo que es lo mismo, vida en estado puro.

Segovia me ha cogido por sorpresa y pienso en ella mientras ceno, mientras cambio de canal y mientras trato de leer algo sin llegar a concentrarme en nada.

Subí a ver canal antiguo, elevado a base de sudor, y el perfil lejano de la mujer dormida, muerta dicen algunos. Y me vinieron a la mente otros perfiles rocosos y las palabras de alguien a quien no quiero recordar.

Y aquí estoy. Café bien caliente a pesar de Abril. Hace frío.

Segovia me cogió por sorpresa después de un plato combinado y me fui despacio a ver los arcos sin argamasa. El Acueducto es Segovia, pero también es Roma. O quizá sea al revés. Es ingeniería convertida en arte. Se agotan las exclamaciones de asombro, pero es Segovia porque está aquí. Sobre todo es Roma.

El Alcázar no.

Hoy no me importa si hay algo debajo. El Alcázar es pura Segovia y Segovia es pura España de historia hecha de contradicciones; de villa comunera y de fortaleza del rey. Aquí mismo, al volver, coronaron a Isabel reina de Castilla. Y también aquí mismo, al volver, Juan Bravo dijo que estaba hasta los cojones del de Utrech.

Es hora de subir a respirar el pasado de muros gruesos y tejados negros, de arcos apuntados y rosetones que se levanta ahí delante.

Mañana regresaré al presente. Hoy, no.

Es hora de subir y aún hace frío.

Manuel V. Segarra Abril 2010

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