Amanece de cielo gris acero y hay gemidos de ansia prolongada.
Sin control, sale la voz amarga desde lo más profundo, acabado el placer salobre de la noche en vela.
Venía el galope sobre el torrente obsceno que emerge desde
Amanece con el silencio fatigado de los años gastados, con las uñas engarzadas en piel, con las lágrimas espesas ya resecas en el último pliegue.
Vida eterna de un instante, carne derretida y vuelta a empezar.
Como siempre, nadie vence. O tal vez si.
Amanece.
Manuel V. Segarra Diciembre 2009
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