martes, 14 de diciembre de 2010

El tercer anillo


Avanza el día fuerte de calor. Calor fuerte y espeso que quema hasta las buenas intenciones.
¿Y qué más da? “Las buenas intenciones son la madre de las decepciones”, dicen. Y es verdad.
Hace este agosto calor fuerte y me acuerdo de todas las buenas intenciones convertidas en humo. Las mías, por supuesto. Las otras… ¡Bah! Importan ya lo mismo que ese humo que expulso con cada bocanada. Es que fumo mucho. Quizá por eso tantas buenas intenciones se han convertido en humo.
Avanza el día fuerte de calor y aprieto el puño con fuerza. En el interior guardo un tesoro.
Ayer fue jornada de decepción, pero hoy lo es de alegría. Recupero las intenciones, las buenas y las malas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Castilla



Para mi gusto, -ya sé que tengo un gusto un tanto peculiar- uno de los poemas épicos más entrañables que he leído.
Es de Machado, pero del otro Machado, de Manuel, quien, por cierto, no lo hacía tan mal y a quien, por cierto, también habría que tener en cuenta.
Es para leerlo con calma y disfrutarlo.
Ya me gustaría a mí escribir de esta forma.




CASTILLA

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Quinto Albio Horacio, natural de Illici


Relato publicado originalmente en la revista Retratos Magazine del mes de Noviembre de 2010


Los legionarios dejaron caer el cuerpo sobre la mesa. Pesaba mucho.
El cirujano se acercó y negó varias veces con la cabeza. La herida era fea de verdad. El astil asomaba roto bajo la axila izquierda. El arquero había apuntado bien o había tenido mucha suerte. Una pulgada más a la derecha y la flecha habría rebotado contra las placas de la loriga.
El centurión primipilo entró en el barracón y se encaró con los hombres que habían traído el cuerpo.
-¿Qué ha pasado? –preguntó.
Los legionarios se cuadraron.
-Nos tendieron una emboscada, centurión –respondió uno de ellos-. Los pusimos en fuga, pero siguieron acosándonos con arcos y con piedras. Una de las flechas alcanzó al corniculario.
-¿Y los cofres?
-A salvo.

lunes, 25 de octubre de 2010

El amigo Babas

Me pide Irene que escriba algo para su revista. Si he de ser sincero, no tenía mayor intención de hacerlo. Bastante tiene uno con lo que tiene. Pero mira tú que esta tarde, vaya cualquiera a saber por qué, me han entrado las ganas. De todos modos, tengo la casi absoluta certeza de que, después de leer esta cosa, Irene no va a pedirme más colaboraciones.
Decía que no sabía por qué me habían entrado las ganas, pero no es cierto del todo. Es que esta tarde me he encontrado con alguien cuya sola presencia me ha impulsado a teclear como un loco. No diré su nombre, pero sí que es un buen tipo, al menos a mí me lo parece y, aunque le conozco alguna travesura, pocas, no me ha dado motivos para pensar lo contrario.
Este hombre tiene pareja, parece ser que bastante estable, desde hace ya tiempo. Al menos yo siempre lo he visto con la misma mujer. Y también tiene una rémora que le toca aguantar en aras a la concordia sentimental a pesar de que molesta más que un grano en la goma de los calzoncillos.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Boudica II


Mira Boudica a su alrededor y deja caer los brazos en un gesto de abatimiento resignado. Su mirada ha perdido el brillo de furia que tenía hace sólo un rato. Ya no hay nada que hacer. Nada, salvo escapar ahora que aún se puede o morir. La otra posibilidad es sencillamente impensable. Boudica prefiere morir cien veces antes que caer en manos de Roma.
Por ahí enfrente vienen imparables las cohortes. Lentas y silenciosas, sólo se oye, muy de vez en cuando, la orden áspera de algún centurión obligando a los legionarios a mantener la formación de batalla. Se oyen las órdenes por encima de los gruñidos espasmódicos y de los alaridos de terror de los britanos que huyen descontrolados ante el muro de hierro que avanza paso a paso.
Boudica cuenta mentalmente los cuadros de hombres forrados de hierro. Diez en total. Y detrás hay otros cinco. Ella sabe que, a pesar de lo imponente de la formación, no son ni diez mil. Y en menos de una hora han derrotado por completo a sus más de cincuenta mil guerreros. No son ni diez mil y muchos de ellos ni siquiera han llegado a combatir. Allá al fondo, junto al general de capa escarlata, están las reservas, los que tenían que intervenir si las cosas se ponían mal para los romanos. Pero no ha sido necesario. Las dos primeras filas han bastado para liquidar por completo el efímero ejército britano.

viernes, 30 de julio de 2010

Ella dice que es aburrida


Areté bebe su infusión a sorbos pequeños y escucha. Sabe escuchar mucho y bien. A veces asiente con gestos y a veces, pocas, pregunta. Tiene siempre, o tenía, un aire distante que de lejos la hacer parecer fría y tajante. Una reina.
Llega la tarde, otra, entre sorbos de infusión y de café bien negro y bien caliente. Hace calor aunque, de vez en cuando, la brisa alegra las ramas de las palmeras de esta plaza vieja con fuente más vieja aún y con trenza joven. Tarde de verano. Otra.
Areté transmite calma entre sorbo y sorbo. Y hacía falta calma este verano que ha sucedido a los años de aquel otoño, negro a veces, cuajado de medias realidades. Escucha y habla sin variar su porte de reina. Ella dice que es aburrida, pero puede que no tanto. No, no lo es.

viernes, 23 de julio de 2010

Matías, mi padre


Hoy He estado pensando en mi padre.
A veces pienso mucho en mi padre que murió hace ya bastantes años.
Pienso en él aunque no quiero hacerlo porque cada vez que lo hago se me anuda la garganta. Como ahora.
Pienso en mi padre y me acuerdo de él, ya mayor pero no tanto, sentado en el sillón, leyendo y preguntándome.
A mí me costaba contarle cosas, claro. Era mi padre y ejercía de tal. No era un padre de esos modernos de ahora, tan superguays de la muerte que, por encima de todo pretenden ser amiguetes de los hijos y que, en mi opinión… Dejémoslo estar.
Menos mal que no era así.
El mío era un padre conservador, de los de antes y con las ideas muy claras al respecto.
Tenía su punto severo, pero nunca, en los cuarenta años que lo tuve, me puso la mano encima. Ni el más miserable cachete. Y eso que, en más de una y más de dos ocasiones -y bastantes más-, las cosas como son, le di motivos sobrados para que me plantase un par de soplamocos bien dados. Es que yo era un hijo más bien puñetero y tenía una habilidad especial para sacarlo de quicio. Pero, así y todo, como máximo una bronca.

miércoles, 21 de julio de 2010

Picas y arcabuces






Los arcabuces de España
no hay fila que no destrocen,
no hay caballo que no ahuyenten,
no hay guerrero que no postren.
Y las picas españolas
no hay escuadra que no arrollen,
embate que no resistan
ni denuedo que no asombren.

Marola

Baja deprisa Marola la cuesta. Es mediodía y va cargada, las manos ocupadas y la cabeza puesta en la tarde de trabajo adicional. Ya veremos de dónde saca el tiempo para todo.
Pasa frente a mí, pero no me ve. Mejor. Sólo le faltaba eso este día que no ha sido tan bueno. Ni tan malo. Como todos, como la mayoría al menos.
La veo con su paso vivo y sonrío.
Hace sol, pero no calienta bastante. Aún no es tiempo de terraza y la miro a través del cristal.
Hace años, cuando aún no era Otoño, Marola caminaba deprisa siempre y se detenía, hablaba, casi echaba a correr y volvía a detenerse otra vez para apresurar de nuevo el paso hasta que llegaba.
Sonrío de nuevo y la recuerdo con sus faldas largas y sus medias de colores, con su mirada nerviosa y con el pelo rebelde. A veces dibujaba y escribía.
La veía siempre y me moría de envidia de aquel sujeto burlón y perverso. Marola me hablaba a veces y me decía que le amaba. Yo me reía por dentro y por fuera. Imposible.
No quería decirle que amaba una sombra, que era sólo humo.
Un día Marola creció y dejó de hablarme a veces. Su mirada nerviosa fue volviéndose dura. Cambió sus faldas largas y sus medias de colores por chaquetas de corte ejecutivo. Ya no dibujaba ni escribía, pero seguía caminando deprisa.
Y una tarde me habló de nuevo. Ya no le amaba.
Se ha perdido de vista con su paso ligero, su cartera y su trabajo.
Aquel sujeto burlón y perverso, sombra y humo, ya no está.

Manuel V. Segarra
Marzo 2010

martes, 20 de julio de 2010

Mi porte desenfadado...


Mi porte desenfadado
y aquesta banda pomposa
bien gallardamente os dicen
que estuve en Flandes, señora.

Y si nobleza quisiereis
mirad cómo la pregona
la cruz que adorna mi pecho
cual viviente ejecutoria
de que es hidalga mi sangre
y es mi prosapia famosa.

Llevado de nobles ansias
dejé mi vieja casona,
he corrido muchas tierras
en pos de lides heroicas,
y derramando mi sangre
y acrecentando mi honra
he cosechado mil lauros
pero ninguna derrota.

martes, 18 de mayo de 2010

Se ha muerto

Mi primo Manolo se ha muerto. Ayer.

Se murió de una enfermedad mala. Aunque todas lo son cuando empujan de esa manera.

Hacía mucho que no lo veía y no sé por qué me ha jodido tanto que se haya muerto. Porque me ha jodido mucho. Pero mucho.

Era familia, claro, y por eso tendría que haberme jodido, pero creo que es otra cosa. Algo que no termino de definir.

Era mayor que yo y, por eso, tampoco fue mi compañero de juegos como su hermano Pascual. Éramos muchos primos y nosotros, Pascual y yo, estábamos en esa franja tontorrona en la que no se es el mayor ni el más pequeño.

Me acuerdo de Manolo, hace décadas de esto, en el chalet, vestido de fiesta. Seguramente no pasaría entonces de ser poco más que un adolescente, pero me viene a la cabeza que yo pensaba que era mayor. Mayor con mayúsculas. Y eso que tampoco él era el mayor de sus hermanos.

Lo que sí sé es que siempre lo he tenido por el más franco, el más directo, el más vivo. Posiblemente haya sido de todos el más maltratado por la vida, pero creo que era también el más optimista. Con poco más de treinta años, pasaba a ver a mis padres y se reía a veces de su propia mala suerte. Seguramente, como todo el mundo, no fuese el mejor en nada y estaría cargado con dos espuertas de defectos, pero la imagen que tengo de él es la de alguien que despertaba simpatía, de alguien vital a pesar de los reveses.

Perdona, Manolo, estas líneas. Pocas y apresuradas, es verdad. Ni siquiera sé por qué las he escrito, pero es que me ha jodido tu muerte.

¡Joder, Manolo! No tenías que haberte muerto aún.

Manuel V. Segarra Mayo de 2010

martes, 20 de abril de 2010

El anillo en la mano equivocada


El primer anillo

El primer anillo fue a parar a una mano gordezuela que tiraba a rubia de bote.

Fue una tarde de estupidez suprema, uno de esos errores que se perciben al instante, inmediatamente después de haberse cometido, pero para los que ya no hay vuelta atrás.

Me dolió perderlo. Aquel trocito de plata labrada tenía un significado especial. No era nada valioso, pero representaba el remate de una especie de búsqueda constante. Era el anillo de Penélope.

domingo, 18 de abril de 2010

¡Oh! ¡Ah! Cuanto misterio ¡Oh!

“Busca y encontrarás”.

Ahí estaba la clave. Si quería encontrar tenía que buscar.

Eran las mágicas palabras que acudían a su desenfrenada mente y que rebotaban contra el transparente cristal del amplio ventanal por el que entraba la reverberante luz de aquella soleada mañana y que inundaba el espacioso salón mientras se encontraba indolentemente tumbado en el cómodo, amplio y espacioso sofá del amplio salón con amplio ventanal.

Por fin lo tenía claro. Encontraría el secreto mejor guardado de la Iglesia y luego escribiría una novela.

LA NOVELA.

Por la escalera… Perdón. Por la angosta escalera de gastados peldaños subió el enigmático personaje portando colgando de su izquierdo hombro una especie de marrón bandolera de la que sacó un portátil ordenador.

Él sintió un profundo estremecimiento a la vez que un intenso estremecimiento y se giró estremecido.

El enigmático personaje había ya desaparecido. En su lugar estaba el portátil ordenador en cuya brillante pantalla escrito aparecía.


“Busca y encontrarás

y también lo hallarás.

Y si no lo encuentras

más lo buscarás.

Y cuando lo encuentres

a nadie se lo dirás.

Ni siquiera a la chica

se lo dirás ni hablarás

de lo que encontrarás.

Te callarás

o te daré de ostias”.


El más blanco.


Se repuso del intenso estremecimiento y también del profundo estremecimiento mientras se peinaba el negro cabello que tenía sobre la humana cabeza.

“El más blanco”, pensó “¡ARIEL!” Claro que también podía ser… ¡DIXAN! Todos los elegidos iniciados guardianes del código para la clave en el enigma del secreto mejor guardado de la Iglesia sabían de la eterna lucha de ambos. Pero ahora le tocaba a él, descendiente por parte de su tío carnal de los cátaros templarios de la Rosacruz merovingia de María Magdalenas Lozano, averiguar


EL SECRETO MEJOR GUARDADO DE LA IGLESIA


Sobre la amplia mesa de oscura madera había una enigmática nota. Una postal que sus padres, que ya no estaban allí, le habían hecho llegar por extraños e inexplicables conductos secretos.

La miró con creciente interés y vio una de color imagen de una amplia playa de fina arena flanqueda por altos y enigmáticos edificios. La leyó. Sin duda, ahí estaba la clave.

Querido hijo.

No te preocupes por nosotros. Todo se ha cumplido como estaba previsto.

Tu padre y yo estamos bien.

Procura alimentarte de algo más que pizza.

Un beso.


Mamá.


La enigmática nota con el perturbador sello de Correos estaba fechada dos días atrás en Santa Pola. ¿Qué quería decir todo aquello? ¿A qué se refería su madre con eso de que estaban bien?

Sin duda, era un nuevo enigma.

(Continuará, desgraciadamente. Aunque a buen entendedor...)


Manuel V. Segarra Abril 2010

sábado, 17 de abril de 2010

Tópicos


Casi todos los días, pasadas por poco las nueve y media, iba a desayunar.

Era una especie de pequeña escapada inocente antes de volver a meterse en casa.

Y no es que en casa estuviese mal. Al contrario, tenía todas las comodidades que cualquiera pudiese desear. Lo cierto es que su situación, sin ser para ir derrochando, era lo suficientemente holgada como para no preocuparse.

A decir verdad, su vida estaba cargada de tópicos hasta en los más pequeños detalles. Hasta en el aspecto físico. Aunque quizá precisamente por eso, por ser tan tópica, no lo era tanto.

Era rubia natural, aunque el pelo se le había oscurecido un poco, y tenía los ojos claros. Sin ser espectacular, su figura llamaba la atención a pesar de sus dos hijos y de no haber pisado un gimnasio en su vida. Tenía una buena cantidad de amigos y conocidos, viajaba de vez en cuando…

Pero había cumplido los cuarenta.

Todo, absolutamente todo, era normal, absolutamente normal. Salvo por aquella leve, apenas perceptible sensación de incomodidad que le daba cada mañana. Pero se le pasaba inmediatamente después de salir a la calle.

jueves, 15 de abril de 2010

Segovia

No hace calor aunque el Sol llena las calles.
Por allá asoman nubes, pero, como mucho, sólo dejarán caer agua. Pero no hace calor esta mañana tan solitaria como castellana y leonesa

A través del cristal se ven cercanas las torres redondas coronadas y el perfil inconfundible de la fortaleza segoviana, aquella que no logró tomar Juan Bravo, tanto como su apellido.

Segovia de comuneros aunque el Alcázar era del rey.

Descanso esta mañana de sol intenso y de frío. Descanso antes de recorrer salas de banderas, de cofres con trozos de más allá de la Mar Océana, y miro el contorno de la tierra real y comunera a la vez.


“Matadme el primero porque no quiero ver morir al mejor de los hombres”.

Desafío extremo al socaire de la última derrota.

He venido a descansar de nada, a beberme a espuertas la historia de estos muros generosos que se dibujan enfrente y de aquellas piedras viejísimas que fueron agua y, lo que es lo mismo, vida en estado puro.

Segovia me ha cogido por sorpresa y pienso en ella mientras ceno, mientras cambio de canal y mientras trato de leer algo sin llegar a concentrarme en nada.

Subí a ver canal antiguo, elevado a base de sudor, y el perfil lejano de la mujer dormida, muerta dicen algunos. Y me vinieron a la mente otros perfiles rocosos y las palabras de alguien a quien no quiero recordar.

Y aquí estoy. Café bien caliente a pesar de Abril. Hace frío.

Segovia me cogió por sorpresa después de un plato combinado y me fui despacio a ver los arcos sin argamasa. El Acueducto es Segovia, pero también es Roma. O quizá sea al revés. Es ingeniería convertida en arte. Se agotan las exclamaciones de asombro, pero es Segovia porque está aquí. Sobre todo es Roma.

El Alcázar no.

Hoy no me importa si hay algo debajo. El Alcázar es pura Segovia y Segovia es pura España de historia hecha de contradicciones; de villa comunera y de fortaleza del rey. Aquí mismo, al volver, coronaron a Isabel reina de Castilla. Y también aquí mismo, al volver, Juan Bravo dijo que estaba hasta los cojones del de Utrech.

Es hora de subir a respirar el pasado de muros gruesos y tejados negros, de arcos apuntados y rosetones que se levanta ahí delante.

Mañana regresaré al presente. Hoy, no.

Es hora de subir y aún hace frío.

Manuel V. Segarra Abril 2010