domingo, 24 de enero de 2010

Todos los días


CATARSIS

Confieso que a veces no estoy loco. Confieso que a veces me dan ataques de cordura; que, aunque sea por un breve lapso de tiempo, piso el suelo, encuentro el rumbo y llego a encontrarme hasta… Si, hasta normal.
Normal con las apetencias y las añoranzas de cualquier otro sujeto normal, sin más sueños que alcanzar los normalmente posible, sin más deseos que los que marca el sentido común. Lo normal.
Pero los ataques de cordura duran poco, pasan rápido. Y, tras una breve sensación de pequeña muerte, vuelvo a soñar, a desear hasta la euforia y a querer hasta el sinsentido.



Sueños y deseos. Mis sueños y mis deseos. Tan grandes, tan difíciles de alcanzar que me hacen enloquecer entre unos rizos negros, brillantes; que caben en el hueco de una mano pequeña al apretarse un instante contra la mía, que desaparecen de mi vista después de una sonrisa y que se pierden al doblar una esquina.

Sueños y deseos.
El día que no te sueñe será porque he muerto.
EXCRUCIOR

Lejano ya el sueño que cabe en la palma de la mano, se acerca el horizonte a lomos de la realidad. Aún hay tiempo. Aún.
Cabe la luz y el sonido se funde con los ríos de sal que brotan desde el oscuro profundo, triste a veces, falso como el arrepentimiento de los impenitentes. Desgarrado.

Ajado el campo como los rasgos de un rostro ajado, palpita a veces con un roce nuevo aunque ya no hay nada. He dejado de ser caballero de nadie ni paladín de nada.
Si mis manos son creadoras de fantasías, tú eres cuerpo de realidad perversa.
Estoy formado con las hilachas de sueños obscenos y busco lo que no encontraré nunca porque sé que no existe, que sólo es el atisbo de un relato imperfecto.
Escribo y reescribo. Deshago el musgo secretal en alegres agonías diarias que se desvanecen cuando el Sol comienza a brillar.
Y sigo soñando falsos recuerdos.
El día que no te sueñe será porque he muerto.

Odi et amo. Excrucior.


SILENCIOS

Y pasa el día agónico en su monotonía y cansa el no verte.
Verte otra vez aunque sea sólo el tiempo que dura tu mirada nerviosa antes de la despedida. Verte otra vez aunque sea sólo para morir un poco, para volver al camino de la añoranza, para sangrar de nuevo de silencios, para seguir soñando.
Viene luego el amanecer fatigado de silencios. Silencios desnudos. Silencios. Sólo eso.
Y brota de nuevo el recuerdo de lo que no llegó a ser en una mente marchita que ya no quiere nada, pero que aún espera, quizá en vano, un roce viejo.
Me digo que he perdido. Me repito que ya no soy caballero y ya no me tengo por nada. Acaso, la sombra que te no abandonará nunca, el guardián de tus primeros momentos, el cofre que atesora tus momentos, mis momentos más dulces.
Tú eres mi sueño.
Y dentro de muchos años, quizá cuando tus rizos no sean tan negros, yo seguiré soñándote porque eso es lo que me hace vivir.
El día que no te sueñe será porque he muerto.

Manuel V. Segarra Berenguer. Verano 08

4 comentarios:

  1. Lo siento...
    Hoy, tanto tú como yo haríamos las cosas de otra forma.

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  2. Nadie habría actuado igual.

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  3. si mientes,moriras antes de soñar...y lo que sueñas morira...
    mucha mentira Manolo!

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  4. Es cierto, Anónimo. Mucha mentira. Pero mucha. Más de un año de mentiras continuas. Por cierto, si piensas que soy yo quien miente... En fin, es muy bonito insultar desde el anonimato. Y otra cosa. En castellano aún se usa el palito con punto hacia arriba (¡) para abrir una exclamación.

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