miércoles, 17 de octubre de 2012

LA IMAGEN DE PIEDRA (VII)


Desafíos

         A veces había revuelo. Sobre todo, al inicio de la primavera. Los hombres de la torre del norte llegaban a uña de caballo y la gente ya sabía de qué se trataba. Empezaban las carreras y los gritos y no pasaba mucho tiempo antes de que las murallas se llenasen de guerreros.
         Más hombres armados salían de la ciudad y formaban ahí delante, en la llanura. Eran muchos. Trescientos o cuatrocientos. Quizá más.
         A pesar de todas las recomendaciones en contra, mucha gente subía a la muralla solo para ver.
         Salía el régulo de la ciudad y se colocaba al frente de los hombres de la llanura.
         Se les oía llegar. Dejaban atrás el bosque de palmas y se colocaban frente a los guerreros de la ciudad que aguardaban. Unos y otros podían estar horas observándose, amagando hacia un lado u otro, amenazándose.
         El régulo sabía que la ciudad era fuerte y conocía el oficio de la guerra. Prefería esperar. Los de enfrente se movían hacia la izquierda y él mandaba allí a los jinetes de Parpax. Los otros reforzaban el centro y el régulo reforzaba las alas.
         La ciudad era fuerte. Posiblemente era la más fuerte en mucho territorio a la redonda. Tenía murallas altas y gruesas y muchos guerreros. Y cuando los otros se daban cuenta de esa fuerza terminaban por desistir. Mandaban a alguien al centro de la llanura y hablaban con el régulo. Luego se retiraban vigilados de cerca.
         El mismo juego de fuerza se repetía de tanto en tanto, sobre todo al inicio de la primavera. Desde el norte y desde el oeste. Tierras duras y escasas en muchas cosas, mientras que en la costa tenían grano, ganado, de todo. Pero también había guerreros y no era sencillo apoderarse de eso.
         -Si no es por sorpresa, es difícil conquistar esta ciudad –decía Adelamos.

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